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Sobre el Club de Oro

Desde Rusia

Hola  soy socia del Club de Oro de habla-rusa y quiero compartir con ustedes la gran aventura y sorpresa que ha sido para mí el formar parte de este club.

Hace un año me interesé en entender cómo funciona el karma. En ese mismo tiempo se dio la coincidencia de que también mantuve una conversación por Facebook con una chica que me preguntó si ya conocía las organizaciones de ACI y ACIP. Para mí era algo totalmente nuevo en el momento, sin embargo, me interesé mucho y me di cuenta de que quería conocer más al respecto. 

Cuando al fin pude navegar en el sitio web de ACIP frente a mí apareció la opción de hacer una donación regular. Acepté sin siquiera dudarlo, y entonces me hice socia del Club de Oro rápidamente; y esto es algo de lo que jamás me he arrepentido. 

Ahora déjenme contarles un poco sobre lo que comparten en el Club de Oro de sabiduría en línea: muchísima información de utilidad como cursos valiosos, comunicación en vivo con gente que piensa de forma similar a ti y reuniones en línea con maestros. Estoy muy feliz de poder ayudar a ACIP de forma regular con mis donaciones, además de que puedo compartir este conocimiento con las personas que me rodean como amigos y seres queridos.

Y es increíble que, como una forma de gratitud hacia mi apoyo, me den la oportunidad de asistir a seminarios con gente muy interesante como el maestro Geshe Michael Roach, John Brady, etc. 

Ahora veo como ha cambiado mi vida desde el último año, ya que he aplicado el conocimiento que he obtenido y he mejorado muchas áreas en mi vida personal. Ahora estoy trabajando en incrementar mis finanzas. Me he desarrollado en muchas direcciones y, a la vez, he descubierto nuevos talentos dentro de mí misma que me parecen maravillosos, ya que como voluntaria estoy muy emocionada de ayudar al proyecto con todo el conocimiento que he adquirido. 

Creo firmemente, desde el fondo de mi corazón, que entre más personas estudien y practiquen el conocimiento que ACIP preserva y comparte de forma tan sencilla, más felicidad habrá en nuestro planeta.

Y está es la gratificación más grande que puedo obtener.

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Ayurveda

¿Qué es el Ayurveda?

Hola, el día de hoy quiero compartir contigo qué es el ayurveda y tal vez te sorprendas, cómo me sucedió a mí, al saber que es más que sólo un sistema para tratar la enfermedad; es una ciencia de la vida (Ayur = vida, Veda = ciencia o conocimiento) que se generó en la India antigua. 

Esta ciencia te otorga sabiduría sobre tu propio cuerpo, misma que está diseñada para ayudarte a mantenerte saludable y vibrante mientras desarrollas al máximo tu potencial humano. El ayurveda trata lo natural, el tema y el propósito de la vida e incluye aspectos físicos y metafísicos. En éste se conjuntan el cuerpo, la mente y el espíritu encontrados en la consciencia cósmica y englobando toda la creación. 

Los principios básicos del ayurveda son: 1) La mente y el cuerpo están inextricablemente conectados, y 2) Nada tiene mayor poder que la mente para sanar y transformar el cuerpo. Algo que te parecerá muy interesante es que para liberarnos de la enfermedad necesitamos expandir nuestra conciencia y buscar que esté en equilibrio, para luego llevar ese equilibrio al cuerpo. 

¿Alguna vez habías escuchado de una ciencia que conectara nuestras enfermedades con nuestra conciencia, emociones y pensamientos? 

Este proceso no es tan complicado como se escucha. Por ejemplo, cuando meditas entras en un estado de conciencia expandida y quietud interior natural que refresca la mente y restaura el equilibrio. 

Dentro del camino del Ayurveda también se requiere estar alerta y consciente de tus propias responsabilidades dentro de los procesos. Son tan importantes desde las mínimas decisiones que tomamos todos los días, cómo los cambios que pueden transformar dramáticamente el curso de nuestra vida. 

Te voy a dar un ejemplo, cuando somos honestos y aprendemos a aceptar nuestras circunstancias de vida, damos un paso gigante hacia el empoderamiento. El Ayurveda nos ayuda a entender que nuestros viejos patrones no pueden ser simplemente superados sin aceptación y compasión. Y por supuesto si no podemos cambiar nuestras circunstancias de vida, sí podemos transformar la forma en la que reaccionamos ante ellas por medio de la práctica de la meditación.

En el estado de conciencia apacible que se crea con ayuda de la meditación, nuestra frecuencia cardiaca disminuye, el cuerpo reduce la producción de hormonas del “estrés” como el cortisol y la adrenalina, y aumenta la producción de neurotransmisores que mejoran el bienestar, como la serotonina, la dopamina, la oxitocina y las endorfinas.

Pero, ¿qué crees?, la meditación sólo es una de las herramientas muy poderosas que los médicos ayurvédicos recetaban para equilibrar la mente y el cuerpo. El ayurveda cuenta con otras muchas prácticas para expandir la conciencia propia y cultivar el estado de equilibrio natural. Y este autoajuste interno nos llevará eventualmente hacia la liberación de nuestras aflicciones y de nuestro propio sufrimiento.

En el Club de Oro compartiremos más sobre esta ciencia para que puedas aplicar estas herramientas milenarias en tu vida actual. Queremos que te beneficies de la sabiduría que ha ayudado a miles de personas en todo el mundo desde hace miles de años a recuperar su salud integralmente.

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Dharma

Cómo llego el Dharma a mi vida

Llevo casi veinte años en esta búsqueda espiritual que me ha llevado por varias tradiciones, con curiosidad y escepticismo. Siempre mirando desde fuera, latiendo con cada camino, y a la vez, dudando de cada camino. El mío, hasta ahora no parece haber sido un compromiso total con ningún camino. Por eso, cuando me pidieron que hablase de la llegada del Dharma a mi vida, me resistí a la idea de escribir sobre ello. Porque el Dharma no llegó a mi vida y la transformó por completo, no abracé las enseñanzas de golpe y no les permití que inundaran todos los aspectos de mi vida. Mi experiencia es menos llamativa que eso, no hay espectacularidad, ni grandes cambios. Así es como parece que funcionó, necesito tiempo para integrar los conocimientos en mi consciencia, pero no por ello lo valoro menos. 

Las enseñanzas me llegaron muy gradualmente, hace unos seis años, leyendo un libro escrito por un monje budista, me emocioné, me hizo llorar a lágrima viva y resonar con cada palabra escrita, después fue un poema de Padmasambhava sobre la fortuna de tener una existencia humana y la necesidad de aprovecharla, me tocó tan profundo que enmarqué el poema y lo puse en un lugar de mi habitación para leerlo a diario y no olvidarlo. Mientras, una querida amiga me hablaba, de vez en cuando, de su retiro en Diamond Mountain, de lo afortunada que se sentía de poder estar aprendiendo cerca de Geshe Michael y me trasmitía en su discurso algo parecido a lo que había sentido al leer aquel poema de Padmasambhava. Tímidamente escuché alguna de las charlas de Geshe Michael que me llegaban a través de mi amiga y, al inicio de la pandemia me inscribí en el curso en línea de Lam Rim sobre la Rueda de la vida. 

Mis resistencias se disolvieron bastante y me enamoré de las enseñanzas, salía a caminar cada mañana por el campo y escuchaba cada clase de Geshe Michael dos o tres veces. Iba riendo a veces, porque su sentido del humor hace que seguir las enseñanzas sea divertido y emocionante, otros días iba llorando mientras lo escuchaba, conmovida por la verdad que me trasmitían las enseñanzas. Me sentí de nuevo privilegiada de habitar un cuerpo humano y con ganas de abrazar por completo el Dharma, pero mi entusiasmo seguía un tanto intermitente. Me alentaba que Geshe Michael, hablase de sus propias faltas tras 50 años de práctica del budismo, eso volvía las enseñanzas accesibles y humanas. Escuché algunos de los cursos de ACI y otros cursos de Lam Rim anteriores, me sentí reconfortada y tranquila al saber que tenía todo ese conocimiento para mí disponible cuando pudiera necesitarlo. Me dio una seguridad enorme, ahí empecé a entender el concepto de tomar refugio en las enseñanzas, el mundo externo puede desmoronarse, pero siempre me puedo asir del Dharma.

Así lo sentí unas semanas después, cuando murió mi padre, pude estar a su lado acompañándole en el proceso de morir, llevaba años preparándome para ello, con formaciones y terapias, pero fue el Dharma el que más me reconfortó. En los momentos de mayor fragilidad, escuchar el mantra del buda de la medicina me llenaba de paz y sentía que intentar acompañar a mi padre con una mirada de Bodhisattva, (por torpe que fuera mi intento), era lo mejor que podía hacer por él. Gracias a las enseñanzas estoy empezando a aprender desde qué lugar y con qué intención he de estar acompañando a alguien a morir o cuando está en duelo, nada me ha preparado mejor para eso que el Dharma y doy gracias por ello. Ahora, con las experiencias vividas estos últimos meses, después de muchos años de búsqueda siento que se abre ante mí un propósito, un camino de vida de servicio y aprendizaje constante. Parece que mi propósito toma la forma, en este momento, de servir acompañando a las personas en el proceso de morir o en sus duelos, pero las formas cambian, lo que espero que permanezca en mi corazón es el deseo de sentir al resto de los seres, ser uno conmigo y de comprometerme con cada ser para el bien de todos, por muchas dudas que me asalten o errores que cometa.

Mi querida amiga, aquella que me había acercado al Dharma, contactó conmigo, hacía muchos meses que no hablábamos, quizás años. Me dijo que había sentido que yo me estaba abriendo a las enseñanzas, y así era después de años de dudas, y me propuso ayudar a difundir la labor de ACIP, de preservación de clásicos asiáticos y su Club de Oro. Cómo no hacerlo!  esas enseñanzas que preserva ACIP me habían reconfortado en uno de los momentos cruciales de mi vida. Me gusta la idea de que esa preservación además ayude a salir adelante a muchas mujeres cabezas de familia en países de Asia, me gusta que ellas al digitalizar los manuscritos encontrados obtengan un salario digno y me gusta también que esas enseñanzas estén disponibles para toda la humanidad. No tuve dudas de querer formar parte del Club de Oro en Latinoamérica y ayudar, dentro de mis posibilidades, a sostener y difundir este maravilloso proyecto y además recibir por ello, charlas, clases y otros regalos para hacer que el Dharma siga vivo en mí. “Es dando que recibimos”, es otra de las enseñanzas que estoy integrando gracias al Dharma. Dar para un bien mayor es orientar tu vida en una dirección maravillosa. Ojalá te unas a nosotros.